La escritura musical: ¿qué tienen que ver un canto, un himno, un monje y otros anónimos?
Cual trama de streaming, una multitud de personajes de distintas épocas se relacionaron para dar con la invención que hoy día nos permite escribir y preservar la música para nosotros y para las futuras generaciones. En este artículo hablaremos de cómo un canto, un himno y un monje (o varios) se complementaron para crear nuestro sistema de escritura musical moderna.
El origen: el canto llano
El canto llano, también llamado canto plano, fue uno de los primeros cantos desarrollados durante la edad media, y que históricamente jugaría un rol muy importante en el desarrollo de la música como la conocemos actualmente. El canto llano se trataba de un canto simple, sin muchas variaciones, ni melismas, de carácter recitativo, en el cual las palabras eran cantadas y la belleza de la voz era indiferente.
Existieron diversos tipos de canto llano: el canto ambrosiano, el canto mozárabe, entre otros. Sin embargo, el más reconocido y difundido fue el canto gregoriano, el cual recibe su nombre por el pontífice Gregorio I el Magno, quien, entre otras cosas, fue un gran promotor de los cantos litúrgicos sentando las bases de lo que se conocería como canto gregoriano (canto romano), un canto purificado y regularizado, creado para el canto católico y las liturgias. El canto gregoriano se trataba de melodías apacibles, de voces iguales, que contrastaban con la música profana de la época.
A partir del canto llano se crean los primeros neumas, que eran una combinación de barras y puntos, figuras que constituirían los primeros intentos de escritura musical. Sin embargo, la carencia de estos era que no indicaban los intervalos o la altura de los sonidos con precisión. Los neumas, aunque primitivos, sentaron las bases de lo que luego un monje italiano llamado Guido De Arezzo trabajaría y convertiría en los principios de la notación musical moderna.
La escritura musical
Dada la necesidad de memorizar obras de mayor complejidad, se hizo necesaria la creación de un sistema de notación musical. Este proceso de evolución de los neumas transcurre hasta llegar al siglo X, cuando un monje que quedó en el anonimato tuvo la idea de trazar una línea para ubicar en altura a los sonidos.
Cincuenta años después, se utilizarían dos líneas; y luego se le atribuye a Guido De Arezzo la creación del tetragrama, es decir, específicamente, el agregar dos líneas más, con espacios regulares, a las dos líneas ya conocidas, las cuales se utilizaban para el grado de “fa” y otra para “ut” (posteriormente conocido como “do”). En ei siglo XI se difunde el tetragrama por Italia, y de allí pasa a Francia. El pentagrama de 5 líneas aparece posteriormente en España, durante el siglo XIII.
Aunque en la actualidad se presume que este trabajo de creación musical no fue obra de una sola persona, la contribución de Guido De Arezzo fue fundamental para lo que actualmente conocemos como el pentagrama. Incluso, algunos músicos en la actualidad, como el maestro Gerry Weil, enseñan en sus clases a trabajar con el endecagrama (que sería la unión de ambos pentagramas – clave de fa y clave do, por ejemplo, más el espacio entre ellos). Adicionalmente, Guido de Arezzo también sentó un precedente para la notación alfabética, la cual quizá algunos conocemos actualmente como cifrado anglosajón, donde A significaba “la”, y B, “si bemol”.
¿De dónde surgen los nombres de las notas musicales?
Ut Queant laxis – El himno a San Juan Bautista
El «Ut queant laxis» – Himno en honor de San Juan Bautista se trata de un canto gregoriano el cual se le atribuía a Guido de Arezzo su solmización. Es decir, la designación de las notas musicales por las primeras sílabas del himno a San Juan Bautista. No obstante, este hecho lo ponen en duda en el capítulo tres del libro “Una historia de la música”, de Lucien Rebatet, en donde indican que esta invención no fue de Guido de Arezzo, pues fue posterior a su muerte en unos 60 años… (juzgue usted… sin embargo, ¡sabemos que el hombre fue importante!)
La relevancia del Himno a San Juan Bautista es que, de las primeras sílabas de sus versos, Arezzo tomó el nombre de las notas musicales. Es decir, los nombres “ut, re, mi, fa, sol y la” se los debemos a Guido de Arezzo y a este himno. Posteriormente Anselmo de Flandes introdujo el nombre “si” para la nota faltante. Y luego en el siglo XVII el musicólogo italiano Giovanni Battista Doni sustituyó la nota “ut” por “do”, ya que era más fácil de solfear.
Por eso, el canto llano, el himno a San Juan Bautista, sus intérpretes y estudiosos permitieron la creación de un sistema de notación musical, que sentaría las bases de la escritura musical moderna y con ello, de una de las grandes invenciones artísticas de la humanidad, permitiendo la perdurabilidad y reproducción fidedigna de la música hasta la eternidad, pasando de la tradición oral a un sistema escrito e histórico.